CRÓNICA DE UN BESO PÚBLICO
16 DE ENERO.- El Bando de Policía y Buen Gobierno de Guanajuato, fue reformado. El Cabildo guanajuatense castigará a las personas que se besen con intensidad en lugares públicos. También se prohíben actitudes obscenas que causen molestia y también la mendicidad y el cruzar las calles sin usar los puentes.En el fondo, se prohíben las acciones inmorales y que atenten contra la convivencia; también pedir y dar limosna, decir groserías en la vía pública, vender en la calle sin permiso….
Las sanciones van desde 36 horas de arresto o multas de 1500 pesos a quienes atenten contra las normas de la moral.
La Procuraduría Estatal de los Derechos Humanos requirió al ayuntamiento de Guanajuato un informe urgente, al advertir claras violaciones a las libertades de las personas.…
20 DE ENERO.- 5 días después el Ayuntamiento revocó el Bando de Policía y Buen Gobierno reformado anteriormente; de modo que continúa vigente el bando policiaco anterior. El alcalde presentó una campaña para promocionar Guanajuato como "Ciudad Romance" y "la capital del beso". "Ningún beso está prohibido", dijo. … "Una mala interpretación ha golpeado la imagen de Guanajuato y queremos resaltar que la imagen, la cultura, las tradiciones del municipio siguen presentes".
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23 DE ENERO.- 3 días después el Instituto de la Juventud del Distrito Federal, anunció la realización de la feria "Amor es… sin violencia, bésame mucho", durante la cual se pretende promover que la Ciudad de México rompa un record Guiness en besos. En Ecatepec se organizó la "Olimpiada de Besos a plena luz", al parecer con poco éxito.
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Hemos asistido a la polémica y debate nacional sobre la prohibición del beso público, o del beso en público; situación provocada por el gobierno municipal de Guanajuato, paradójicamente promocionada como la "Ciudad Romance".
A esto, el gobierno de la Ciudad de México ha respondido con una convocatoria a un "beso masivo" en el zócalo capitalino, con el propósito de romper el récord Guinnes de más gente besándose al mismo tiempo.
Se adivina la ironía del juego político. Pero la respuesta va más allá. Se recurre a un criterio opuesto al de la ciudad de Guanajuato. Y surge el debate: ¿hasta qué punto se puede legislar la moralidad pública? O ¿hasta qué punto se puede prohibir una acción determinada?
Existen antecedentes legislativos en el país, en los que se prohíben los actos 'contrarios a la moral y a las buenas costumbres'. También ciertas reglas –a nivel de convencionalismos sociales- que regulan el decoro en las relaciones de convivencia: existe un 'mínimo ético' no legislado, más o menos aceptado por una mayoría social.
Sin embargo, la autonomía y libertad personal, son hoy pilares del régimen democrático (la participación de todos en el poder es expresión de libertad). La democracia busca, defiende y garantiza la libertad de cada individuo.
Pero una libertad sin límites se anula a sí misma: no puede subsistir sin un orden de libertades. Si no, se volvería violencia contra los demás (violencia pasando por encima de los demás). Es decir, la libertad requiere de una medida, requiere de contenido.
Quedan así anulados planteamientos como el de 'prohibido prohibir', que podemos traducir libremente como un 'déjame hacer todo lo que quiera'…
La sociedad exige un respeto en la plaza pública. Y el individuo requiere de una 'esfera de autonomía'. Mas no debe olvidar que vive con otros: con-vive. Y la con-vivencia requiere de un mínimo de orden. Junto al concepto de libertad, aparecen así dos nuevos –y a veces olvidados- conceptos: lo justo y lo bueno.
El Derecho marca la pauta para conseguir 'un orden justo'. Pero no puede hacer al hombre bueno. Ahora bien, quien vive un orden justo, muestra ya un principio de bondad. Sin embargo ésta no puede exigirse. Es el individuo quien libremente la escoge. O bien, la rechaza, puede no interesarle.
Lo dicho. Pensamos en la libertad como el verdadero bien del hombre. Pero se puede abusar con facilidad, cuando el Estado quiere imponer una determinada idea de bien. Esto nos suena como avasallamiento de conciencia. Como violencia, abuso de poder, en el que el individuo queda en un claro estado de indefensión. No queremos que el Estado nos resuelva el problema de la verdad sobre el bien.
No puede legislar –imponer- temas de moral. Hacerlo deliberadamente lo convierte en un Estado de corte teocrático. Y no lo somos. Por tanto, el Estado democrático se traiciona a sí mismo al exigir una conducta moral concreta (no olvidemos que la ley es general y abstracta).
Parece acertada la revocación del Bando de Policía y Buen Gobierno de la ciudad de Guanajuato. No son conductas exigibles desde la silla del Ejecutivo. Y sobra la respuesta-burla-irónica del Gobierno de la Ciudad de México.
Queda pendiente el problema ético. Que hoy por hoy nos remite al ámbito exclusivamente privado y personal: el de la conciencia individual. Entrar en la dinámica del 'juego del beso' en la plaza pública, requiere de cierta 'desinhibición'. Habrá quien se moleste. Habrá quien no. Lo que está claro es que se está llevando a cabo algo 'privado', en un lugar público. Hay un rompimiento. No de una legislación, sino dentro de uno mismo: 'no me importa que me vean'; 'no nos importa que nos vean, ni lo que digan'.
Asistimos a una manifestación de amor personal. Besar a alguien es 'decirle' que se le ama. Es casi adorarle (ad-oratio: transmisión boca a boca, beso, abrazo). Hay una especial comunicación que excede a la palabra hablada. Excede al 'lenguaje público'. Lo que se comunica es íntimo. Pertenece al que lo da y al que lo recibe y a nadie más. Hacerlo en público es hacer a otros partícipes de esa intimidad: de lo que es mío, personal. Esta es la razón de que algunas personas al exponer parte de su intimidad en público, se vean envueltas por un sentimiento de 'pudor' o 'vergüenza' (de verecundia: respeto, reverencia, límite).
Respecto al espectador, habrá quien considere estas manifestaciones de afecto en público con una connotación negativa, reprobándolas. Habrá quien apele a la libertad y al ámbito de la autonomía individual y no le moleste. La sociedad, generosamente, puede tolerar estos actos en algunas circunstancias concretas. Y puede exigir pacíficamente, que la autoridad señale unos límites. El objetivo es lograr una convivencia pacífica. El diálogo como conciliador, juega un papel esencial. La participación ciudadana activa en este diálogo, es crucial. La reflexión, la creatividad y la propuesta de ideas y contenidos, contribuyen a generar una cultura de sana convivencia, respetuosa de los derechos de la persona: vida, en una sociedad democrática.